13 Jun 2018
En el futuro, ¿me sustituirá una máquina y destruirá otras máquinas en mi nombre?
En los últimos quince años, he trabajado en proyectos de tecnología educativa, les he prestado asesoramiento y los he evaluado en docenas de países, principalmente de ingresos medios y bajos. Como lo sabe todo el que trabaja íntimamente y a diario con las tecnologías de la información y la comunicación (TIC), cuando se trabaja en el sector tecnológico, el cambio es una constante. (En contraste, mientras que la retórica sobre el cambio es una constante en el sector de la educación, el cambio en sí tarda mucho más en llegar…). Aunque las propias tecnologías cambien bastante a menudo, sin embargo, muchas de las preguntas más comunes relacionadas con su introducción y uso, en gran parte, siguen siendo las mismas.
Recuerdo haber trabajado con docentes en Ghana a finales de los 90 en el marco de una iniciativa piloto para introducir computadoras e Internet en un número selecto de escuelas en algunas de las ciudades principales. Hacia el final del tercer día de un taller de cinco días, se nos presentó un docente en la puerta de nuestro salón de clases que se disculpó por su tardanza y preguntó si podía sumarse al curso. Nos explicó que había pasado días viajando para llegar a la escuelita en las afueras de Accra donde se estaba llevando a cabo nuestra capacitación, pidiendo tiraje en camiones y trasladándose entre distintos ómnibus de larga distancia porque había oído hablar de esta cosa que se llama Internet que iba a “cambiar la educación para siempre” y tenía que verlo por sí mismo. Dada la cantidad de gente que quería hacer el curso, teníamos una política estricta de que quien llegaba tarde no entraba al taller, pero le hicimos una excepción a este señor por lo impresionados que estábamos por su historia y las dificultades que había atravesado para llegar.
También ignoramos la política por otra razón. No es muy diplomático decirlo, pero también le permitimos a este docente que entrara a la clase porque era … viejo. Afirmó que tenía más de 70, pero dijo que no estaba totalmente seguro de su fecha exacta de nacimiento, aparte de que había sido un viernes. Aunque mis colegas ghaneses expresaron cierto escepticismo respecto a si este hombre realmente tenía la edad que afirmaba, no había duda de que tenía unas décadas más que cualquiera de los que estábamos en la clase. Era profesor de inglés, manifestó, y comentó que había oído que era posible acceder a todas las obras de Shakespeare en Internet, de forma gratuita, y quería ver cómo era posible eso. Había quedado libre una computadora (los docentes que la habían estado usando se habían frustrado por el poco ancho de banda, lo cual les interrumpía la sesión de CU-SeeMe, y habían decidido regresar a los dormitorios antes de la cena), así que nos sentamos, pusimos Alta Vista y escribimos << obras de Shakespeare >>.
Después de examinar los resultados de la búsqueda, uno de los docentes jóvenes tomó un ratón y señaló, hizo clic y fue pasando de obra a obra. El docente mayor quedó pasmado. Dijo algo así como: “Ahora lo he visto todo. Como profesor de inglés, siempre fue mi sueño poder leer todas las obras de Shakespeare. Ahora lo podrán hacer todos los docentes”. Mantuvimos el salón de informática abierto un tiempo para que se asegurara de que estaban todas las obras. (“¡Está Hamlet, La Tempestad, Coriolano!”); prometió que sería el primero en la puerta del salón cuando abrieramos la mañana siguiente. Cuando estábamos apagando las cosas, expresó una preocupación que volvería yo a escuchar cientos de veces más en los próximos años, con muchas variaciones:
Qué emocionante sería ser un profesor joven hoy, ahora que está llegando Internet. Pero me alegro de no ser un profesor joven, porque me temo que estas computadoras en algún momento nos sustituirán a nosotros los docentes.
¿La tecnología sustituirá a los docentes? He aquí una breve respuesta a esa breve pregunta: La introducción de nuevas tecnologías no sustituirá a los docentes.
La experiencia en todas partes del mundo nos demuestra que, con el tiempo, los papeles del docente se vuelven más centrales (y no periféricos) como consecuencia de la introducción de las nuevas tecnologías. Sin embargo, la introducción de las nuevas tecnologías sustituirá algunas de las cosas que hacen los docentes y les exigirá que asuman responsabilidades y tareas nuevas y a menudo más sofisticadas. Sin embargo, los docentes que no utilicen la tecnología serán sustituidos por docentes que sí la usen. Y además: En lugares donde actualmente no hay *ningún* docente, la tecnología puede ayudar de maneras muy útiles a superar esta ausencia, en parte.
Por lo que he visto, la introducción de computadoras e Internet en los sistemas educativos por primera vez casi siempre choca con alguna resistencia (a veces una resistencia bastante importante) de parte de ciertos sectores de la población docente (y a menudo de los sindicatos de docentes también). Esa resistencia es comprensible, y tal vez hasta cierto punto incluso inevitable. El cambio puede asustar, o al menos causar algunos inconvenientes.
Téngase en cuenta aquí que el tipo de resistencia del que hablo es de carácter muy básico, inicial, casi instintivo. No es la resistencia de los docentes que, por ejemplo, han trabajado en un sistema en el que ya se han introducido computadoras, con un efecto insignificante o incluso negativo, y que por lo tanto miran las iniciativas de tecnología educativa con escepticismo y resentimiento. No es la resistencia de docentes que ven la introducción de más tecnología como artífice lamentable de cada vez más (¡Y más! ¡Y más!) pruebas estandarizadas. Tampoco estoy hablando de preocupaciones por los sueldos (¿Nos pagarán más si pretenden que aprendamos estas nuevas “habilidades informáticas”?) ni de cambios en responsabilidades y expectativas laborales relacionadas (¿van a pretender que hagamos o logremos más, o algo para lo cual no nos han capacitado, ahora que tenemos estos aparatos nuevos?). No, estoy hablando aquí de un temor más básico; un temor que (potencialmente) desafía la supremacía y el papel tradicional del docente en el aula y frente a sus alumnos:
Mis alumnos van a saber mucho más de computadoras que yo. ¿Cómo hago para no parecer estúpido frente a ellos cuando trate de usarlas en la clase? Y, más ominoso aún: ¿Me va a sustituir una máquina (en algún momento)?
Saludos, alumnos. Búsquenme un tomacorriente disponible, que está por empezar la clase.
Para quienes rápidamente desestiman esas preocupaciones considerando que vienen de gente que simplemente le teme al cambio o “no entiende”, he aquí un pequeño secreto sucio: Hay mucha gente que secretamente espera que suceda eso. En efecto, he hablado con unos cuantos formuladores de políticas a lo largo de los años (y muchos más empresarios) que han asegurado que esperan que las computadoras sean una forma de sustituir a los docentes. Las computadoras no tienen gremios, me dijo una vez un formulador de políticas. En general, el sector privado es menos reservado respecto a sus deseos de que se introduzcan nuevas tecnologías. Estamos muy entusiasmados con los COMA (cursos online masivos abiertos), me dijo una vez un empresario, porque sólo hay que pagarle a un docente para enseñarles a miles de alumnos, en lugar de a una docena, como sucede hoy. ¡Imagínese las ineficiencias que podemos eliminar del sistema!
En otras palabras: En lo que se refiere a los docentes y la tecnología, las intenciones de algunos de los responsables de los esfuerzos para introducir muchísimas nuevas tecnologías en las escuelas no siempre son honorables.
Cabe señalar también que, si bien la tecnología no sustituirá a los docentes, en lugares donde actualmente no hay docentes, o donde no hay suficientes docentes capaces, la tecnología puede desempeñar un papel vital al facilitarles a los estudiantes el acceso a recursos educativos y oportunidades que de otro modo serían inalcanzables. Esto no quiere decir que si simplemente “se los libra a su propia suerte”, los alumnos puedan educarse en la misma medida que si tuvieran un docente capaz que ayudara a guiarlos y apoyarlos. ¡Por supuesto que no! Sin embargo, la UNESCO estima actualmente que “93 países tienen una grave escasez de docentes” y que “28 (o el 30%) de estos países todavía no tendrá suficientes docentes en las clases para el año 2030”. El uso de tecnologías en un intento de ayudar a resolver *algunos* de los desafíos educativos en esos lugares mientras los sistemas de educación tratan de remediar la falta de docentes parece ser una cosa que conviene explorar.
Sin embargo: en ninguno de los sistemas educativos del mundo donde he trabajado ha sucedido que la introducción de nuevas tecnologías hiciera que los docentes fueran menos vitales o menos centrales en el proceso de enseñanza y aprendizaje. Por el contrario: A medida que se calman las aguas después de que llegan los equipos nuevos a las escuelas (y finalmente más o menos empiezan a funcionar) y se aquieta el bullicio inicial sobre el potencial de un “cambio transformacional” y rápido, el papel del docente es casi siempre más central, y en realidad más fundamental, de lo que era antes de la introducción de la tecnología.
Aunque muchos formuladores de políticas, funcionarios de la educación y padres (e incluso muchos docentes) profesen una creencia en la “hipótesis del nativo digital” (que los jóvenes de alguna manera entienden instintivamente la tecnología y saben usarla de una manera que sus mayores no pueden) hay una gran diferencia entre poder, por ejemplo, descifrar rápidamente y usar un sistema de menú en pantalla o liquidar un grupo de extraterrestres o grabar un video corto y publicarlo en YouTube y poder utilizar con éxito cualquier tecnología nueva disponible al servicio de las necesidades y objetivos del alumno. Para eso, los alumnos necesitan la ayuda y orientación de sus docentes.
Sin embargo, esto no quiere decir que la introducción de nuevas tecnologías no vaya a cambiar las funciones que tienen que cumplir los docentes.
Si bien, en términos generales, la introducción de nuevas tecnologías hace que la tarea de los docentes sea más importante y más central para el proceso de aprendizaje de muchas maneras, también hace que los docentes sean menos centrales o integrales (o incluso menos necesarios) en muchas de las actividades asociadas actualmente con la docencia en muchas partes del mundo.
Los libros (una innovación tecnológica que permitió transformar las prácticas educativas en siglos anteriores) no sustituyeron a los docentes, sino que permitieron nuevas formas de aprendizaje autónomo y sustituyeron y cambiaron la naturaleza de algunas de las cosas que los docentes hacían tradicionalmente.
Las nuevas tecnologías pueden sustituir (y con seguridad lo harán) muchas de las tareas administrativas de rutina generalmente relizadas por los docentes, como pasar la lista, pasar las calificaciones al carnet, etc. (A pesar de esto, a corto plazo, las cargas administrativas de los docentes, en la práctica, generalmente aumentan como consecuencia de un mayor uso de la tecnología. Una vez visité una escuela en Rusia donde, en un contexto que me parecía un ejemplo claro de ineficacia burocrática inútil propiciada por la introducción de las nuevas tecnologías, a los frustrados docentes se les exigió durante varios meses que ingresaran los puntajes de las pruebas de los alumnos tanto manualmente en formularios de papel como electrónicamente, “hasta que se solucionaran las imperfecciones de este nuevo sistema”) De pie junto al pizarrón delante de la clase y escribiendo metódicamente fechas para memorizar y vocabulario nuevo para aprender, tales actividades manuales a menudo se pueden hacer mucho más rápidamente (aunque tal vez no siempre más eficazmente) con el uso de proyectores y programas informáticos básicos de presentación. Las máquinas (quizás incluso las “máquinas de enseñar”) también pueden encargarse de las tareas cognitivas rutinarias más básicas (por ejemplo, poner preguntas de opción múltiple y calificar pruebas) que realizan los docentes actualmente. Sin embargo, si bien la carga de rutinas administrativas de los docentes puede (en algún momento) disminuir y los programas informáticos pueden ir asumiendo algunas tareas cognitivas básicas de rutina, con el tiempo, la introducción de nuevas tecnologías generalmente implica que a los profesores se les pide *más*, no menos.
El desarrollo de lo que se denomina “habilidades del siglo XXI” (resolución de problemas, pensamiento crítico, comunicación intercultural, etc.), así como una variedad de habilidades no cognitivas (como la perseverancia y la mentalidad) se consideran cada vez más importantes para el éxito académico y en la vida. En gran medida, estos son los tipos de habilidades que los docentes, y no las máquinas, son los únicos capaces de ayudar a los estudiantes a desarrollar. Pero hacerlo no es fácil, y generalmente se necesita de más docentes capacitados que los que tienen muchos de los sistemas educativos en la actualidad. Poder utilizar las nuevas tecnologías en apoyo de su enseñanza y mantenerse al día con los cambios tecnológicos alienta a que los docentes mismos sigan aprendiendo. La mayor disponibilidad de datos sobre el desempeño de los alumnos como consecuencia de la utilización de las nuevas tecnologías, con su capacidad de rastrear las actividades de los alumnos de formas que eran imposibles cuando la “evaluación” significaba una prueba ocasional con lápiz y papel, desafía a los docentes a absorber estos datos y a modificar su forma de enseñar de una forma que les sirva más a sus alumnos, tanto colectiva como individualmente.
Al final, aunque la tecnología no sustituya a los docentes, los docentes que utilicen la tecnología sustituirán a los que no la usen.
Si bien la proliferación de nuevas tecnologías contribuye a muchos de los esfuerzos por introducir más pruebas en varios sistemas educativos de todo el mundo, quizás vale la pena considerar que lo más fácil de poner a prueba con la tecnología son, casi por definición, las cosas de las que las máquinas se pueden encargar con mayor facilidad. Si algo (un hecho, una actividad) puede evaluarse automáticamente usando una máquina, alguien en algún momento ideará un algoritmo para que una máquina regurgite ese hecho o realice esa actividad de forma automática (y probablemente a la perfección).
En su reciente Jefferson Lecture (Conferencia Jefferson) para el National Endowment for the Humanities (Fondo Nacional para las Humanidades) de los Estados Unidos, el periodista Walter Isaacson habla del potencial de “una alianza entre seres humanos y máquinas; una simbiosis en la que cada parte hace lo que hace mejor. Más que replicar y sustituir la inteligencia humana, las máquinas la aumentan. Los humanistas deberíamos hinchar por el triunfo de esta estrategia de asociación entre hombre y máquina, porque preserva la importancia de la conexión entre las humanidades y las ciencias” y, se podría agregar, la importancia de la conexión humana entre docente y alumno.
Nota: La imagen utilizada en la parte superior de esta publicación del blog, que muestra a los denominados luditas rompiendo un telar (En el futuro, ¿me sustituirá una máquina y destruirá otras máquinas en mi nombre?) llega a través de Wikimedia Commons y es de dominio público. La segunda imagen de dos robots (“Saludos, alumnos. Búsquenme un tomacorriente disponible, que está por empezar la clase.”) es cortesía del Wikipedista JosepPAL a través de Wikimedia Commons y se utiliza de acuerdo con las condiciones de su licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 3.0 Unported licence. La imagen final, la “máquina de enseñar” de B.F. Skinner, es cortesía del Wikipedista Silly rabbit a través de Wikimedia Commons. También se utiliza de acuerdo con las condiciones de su licencia Creative Commons Attribution 3.0 Unported. Su inclusión aquí se inspiró en este próximo libro.
Publicado originalmente por M.Trucano en el Blog EduTech del Banco Mundial en inglés. Traducción al español a cargo de Fundación ceibal.