Integrante del Consejo de Administración de la Fundación Ceibal.
En estos tiempos de pandemia perdimos el contacto cotidiano, las miradas y los pasillos, pero ganamos la oportunidad de conectar mediante las tecnologías. Tuvimos las puertas de las escuelas cerradas y vimos de cerca las desigualdades, las sociales, las tecnológicas, las económicas que derivan en otras muchas. ¿Qué ha ocurrido con los aprendizajes durante todo este tiempo? Las tecnologías han permitido la continuidad en los aprendizajes pero en un nivel muy desigual. Incluso en países como Uruguay, con alta conectividad educativa por la existencia del plan Ceibal, el uso que realizan los estudiantes y los docentes de las tecnologías no siempre es el esperado.
Los nuevos escenarios nos interpelan y quizás nos permitan ver cómo es realmente la escuela que queremos y qué cambiar. La escuela que necesitamos es aquella que crea oportunidades y ofrece posibilidades para todos los niños y jóvenes. ¿Cómo avanzar? Hay que enfatizar en la potencialidad de las tecnologías para aprender con otros, para colaborar y para generar espacios de aprendizaje abiertos y flexibles.
Aprender y enseñar en escenarios híbridos de presencialidad y virtualidad implica tomar buenas decisiones. ¿Qué prácticas exigen si o si la presencialidad? ¿Qué actividades se pueden hacer de manera autónoma? ¿Qué importa desarrollar en la presencialidad porque en la virtualidad se desdibuja? ¿Qué actividades se pueden hacer a distancia? No hay que perder lo positivo de este contexto de emergencia que estamos transitando. Pero hay que entender que la incorporación de las tecnologías y de diversas plataformas supone mucho más que dotar a los centros de equipamiento e infraestructura. Requiere replantear los contenidos curriculares, el papel del docente y de los estudiantes y definir la propia organización del espacio y el tiempo.
Los nuevos escenarios educativos no deberían plantearse a partir de un modelo tradicional al que se agregan las novedades surgidas de los avances tecnológicos, sino que es necesario repensar modelo. Se debe contar con proyecto pedagógico que dé sentido, que legitime y permita decidir cuándo, cómo y por qué usar un determinado medio o tecnología. No es el recurso, no es la tecnología, no es la plataforma la que tiene valor didáctico en sí mismo, sino los usos que planteen o hagan de ellos los docentes y estudiantes. La mera existencia de una posibilidad tecnológica no es suficiente para que su utilización educativa se generalice.
Repensar el sentido de la educación en el contexto actual exige tener en mente las grandes transformaciones sociales de las últimas décadas. Si estamos en una sociedad del aprendizaje, entonces debemos ir más allá y pensar en “aprender a aprender” y en la “metacognición. Si estamos transitando de una sociedad estable o previsible a una sociedad de transformación e imprevisible, entonces debemos promover capacidades en los estudiantes para que puedan moverse en entornos cambiantes.
La pandemia nos interpela y debe necesariamente hacernos repensar el sistema educativo y los ambientes de aprendizajes para afrontar todos los cambios que estamos viviendo y poder navegar así en mares revueltos de la incertidumbre